El otro día no sé
dónde escuché a alguien decir “¿y qué ha hecho él que sea digno de admirar?”;
la verdad, no recuerdo a quién se referían, estoy seguro que a uno de estos
nuevos famosos que son los que colman todos los espacios televisivos y que por
desgracia son los espejos en los que muchos jóvenes se miran para trazar su
futuro.
Y en esos pensamientos andaba cuando me llegó
un whatsapp de una amiga preguntándome si quería ir a ver La Sal de la Tierra,
un documental en VOSE y yo, que soy muy intrépido pues ahí que me apunté. La
verdad es que no sabía muy bien lo que iba a ver, apenas un par de pinceladas
que me había comentado una amiga cuando le dije que iba a ir a verla y que se
limitaba simplemente a saber que estaba en varios idiomas; vale, me tocará leer
los subtítulos más de lo que tenía pensado pensé, pero seguí adelante.
Llegó el día y la
verdad, no me preocupaba si me iba a gustar o no porque lo que más me apetecía
era probarme a mí mismo y a mi inglés. ¿Sería capaz de seguir el hilo
argumentar sin leer demasiado los subtítulos? Y ahí estaba yo, sentado con mi
amiga en la butaca y esperando superar mi propio desafío y de repente, un
amplio abanico de sensaciones me inundaron. Desde el principio el documental
(sí, era un documental), te atrapa. Siempre me ha parecido admirable cómo
ciertas personas son capaces de arriesgarlo todo por perseguir un sueño y eso
es lo que hizo Sebastião Salgado; dejarlo todo y arriesgar su futuro y el de su
mujer por perseguir su sueño, ser fotógrafo. Y ese es el hilo argumentar, el mundo a través
de la lente de un soñador. No os voy a engañar, hay imágenes muy duras sobre la
destrucción que tanto la naturaleza como el ser humano es capaz de provocar. El
hambre, la guerra, el deseo de una vida mejor… Desde distintos rincones de este
planeta que tanto maltratamos aparecen historias que te remueven las entrañas y
que si forman parte de tu día a día puede que te ocurra lo que al propio
Sebastião, pierdes la fe y las ganas de lucha. Pensar que el hombre es un ser
malvado, que no merece la pena, que sólo produce sufrimiento…. ¡qué sentimiento
tan desolador! Y mientras estás sumido en ese sentimiento, de repente, todo
cambia. Sebastião vuelve a sus orígenes; a ese rinconcito del mundo que le vio
nacer y que, al igual que su espíritu está destruido. Y lucha, día a día,
minuto a minuto, en cambiar ese destino que no quiere que sea el suyo. No está
sólo, está acompañado, compartiendo una vez más el sueño con su mujer, con su
familia y juntos lo consiguen. Según van recuperando aquél que fue un día su hogar, se recupera
también su alma y vuelve a ser su hogar, vuelve a tener esperanzas, vuelve a
creer en la bondad del hombre.
Esperanza, eso es
lo que sentí cuando salí del cine. Esperanza en que muchos pequeños hombres y
mujeres, con su lucha incansable, con sus pequeños actos pueden hacer que el
mundo cure sus heridas. Esperanza en que volvamos a ser dignos de poblar esta
tierra que nos lo da todo. Esperanza en que de repente un día, todos abramos
grande los ojos y gritemos ¡Sí, nosotros somos la sal de la tierra!
Y sí, este
fotógrafo que ha hecho de su pasión su vida sí que es digno de admiración. Este
sí que es un espejo en el que merece la pena fijarse.
¿Y tú, a quién
admiras?
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