Ayer la sinrazón se impuso a la cordura, el egoísmo se impuso a la convivencia; ayer la manipulación consiguió poner a los pies de los caballos los sueños de una parte de la sociedad catalana y las ansias de victoria de una parte de la sociedad española. Lo más triste es que ambas partes no nos representan, ni al conjunto de los catalanes ni al conjunto de los españoles.
Seguro que ayer, la gran mayoría de catalanes y españoles sintieron vergüenza ajena y mucha desazón cuando en el día más triste de nuestra democracia que pone de manifiesto el fracaso de la clase política elegida por todos, había vítores, aplausos y un ambiente festivo tanto en el Parlament como en el Senado. ¿Qué estaban celebrando? ¿La fractura social, la frustración y el desasosiego que vendrá cuando tras la tempestad llegue la calma y la realidad se imponga?
El deseo de independencia es un sentimiento legítimo, nadie puede decir lo contrario. Lo ilegítimo es querer imponerlo incumpliendo las leyes que definen el marco de convivencia por el que nos regimos como sociedad. Las leyes están para cumplirse sino, ¿quién decide qué leyes se cumples y qué leyes no? ¿quién decide qué leyes son justas y qué leyes no lo son?
Mucho se han pronunciado en este mes palabras como represión, violencia, libertad o democracia pero quienes las han pronunciado ¿las han utilizado correctamente? No lo creo, todos ellos, independentistas y constitucionalistas las han pronunciado sin tener en cuenta a los demás y pensando únicamente en ellos mismos. ¿Cuándo perdimos en esta sociedad el sentido de comunidad? ¿Dónde quedaron aquellos tiempos que mirábamos por el bien común y cuidábamos los unos de los otros? ¿En qué momento olvidamos que mi libertad termina donde comienza la tuya?
Efectivamente ayer fue un día histórico pero nada memorable ni digno de recordar. Esperemos que cuando la sensatez se imponga las heridas puedan cerrarse y la pluralidad y el respeto al otro vuelvan a marcar nuestra convivencia.
Foto de e-noticies.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario